dilluns, 10 de novembre del 2014

Continuaciones de Don Quijote





El novelista Andrés Trapiello imagina hoy, en pleno siglo XXI, cómo continuarían las aventuras de Don Quijote.

Ya antes el autor había publicado Al morir Don Quijote. Ed. Destino.
Cervantes sigue inspirando a nuestros novelistas.


http://www.papelenblanco.com/novela/andres-trapiello-nos-desvela-el-final-de-sancho-panza

1 comentari:

  1. Andrés Trapiello.

    EL año que viene se celebrará el cuarto centenario de la publicación de la segunda parte del Quijote, y volveremos a oír la vieja cuestión: ¿se debe o no leer el Quijote en los colegios? La controversia no es nueva. Ya hace cien años intervinieron, a favor y en contra, conocidos intelectuales. A favor estaban quienes sostenían que si amaban de adultos tanto ese libro era porque de niños se les inculcó su lectura. En contra, quienes sostenían que precisamente porque se les obligó a leerlo de niños, habían acabado aborreciéndolo.

    Que el Quijote no es una lectura infantil está fuera de duda. De hecho, probablemente ni un uno por ciento de los hispanohablantes podría leerlo si no es en una edición profusamente anotada. Los que creen recordar haberlo leído en el colegio u oído de labios de un maestro aplicado tendrían que hacer este cálculo: suponiendo que lo leyeran una vez a la semana, a cinco páginas por día, tardarían en completar su lectura unos seis años, sin contar el tiempo que emplearían en saber qué significa lo de “lanza en ristre” o expresiones como “castígame mi madre, y yo trómpogelas” y mil otras, que dejan a los papiros del Mar Muerto en inocentes trabalenguas. Quien diga, pues, que “leyó” todo el Quijote de niño, o miente por fantasía, o se engaña por vanidad.

    No, no se ha de leer el Quijote en el colegio, porque no lo entenderán. Como tampoco hay que leerles La Ilíada ni la Biblia. Pero a los niños se les ha de contar el Quijote desde que tengan uso de razón, y hablarles de él a todas horas, y de Aquiles y de Odiseo, y de Moisés y de Cristo, y de todos aquellos personajes de ficción o reales en cuya ejemplaridad nos hemos de mirar los adultos, desde Carlomagno a Emily Dickinson. Contamos con adaptaciones para escolares y adolescentes de todas esas obras, películas, seriales y dibujos animados, algunos muy buenos. En ellos aprenderán a amar los más chicos las virtudes quijotescas (libertad y justicia) y cervantinas (compasión, jovialidad). Sólo así quizá, un buen día, ya adultos, tomarán ese libro y otros parecidos en sus manos, lo abrirán y se dejarán llevar al más maravilloso lugar de la tierra, más allá de la ficción o la realidad, aquel donde cuentan sólo las cosas verdaderas. Para poder decir de mayores lo que Flaubert decía precisamente del Quijote: “Me lo sabía de memoria antes incluso de haber aprendido a leer”. Y este es el busilis, tan quijotesco.
    [Se publicó en el Magazine de La Vanguardia el 21 de diciembre de 2014]

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